EL BÚHO, MATAR...PLACER DE LOS DIOSES

Capítulo 7

Corinne, lo miró con sus grandes ojos bruñidos por las lágrimas que, como pequeños diamantes, refulgían prisioneras entre las pestañas.
Imanol por primera vez, después de mucho tiempo, sintió ternura por alguien que sufría. Ese sentimiento lo impactó. Nuevamente se preguntó que tenía de particular esa mujer que le movía las fibras más íntimas de su ser.
Para él la belleza física no tenía importancia, sobre todo la belleza de las mujeres. Entonces, ¿que sentir lo impulsaba a abrazarla para brindarle consuelo y protección? Quizá su fragilidad. Corinne tenía la apariencia de una muñeca de porcelana. Su cabello rojizo caía sobre su espalda como un manto de terciopelo; su piel, del el más puro alabastro, despertaba apetencias insospechadas en él y sus ojos, esos increíbles ojos esmeralda, le aceleraban el corazón.
Sentados en la suntuosa sala y él, sin soltarle las manos, suaves como pétalos de rosas, la animó a contarle su historia que intuía sería conflictiva.
Ella inspiró y luego de exhalar el aire contenido, comenzó su relato. Su voz musical lo hechizó.
_ Tenía quimce años cuando mi padre me dio en matrimonio al marqués de Arcos,un joven diez años mayor que yo. En ese momento pensé que todas las novelas románticas que acostumbraba leer a escondidas se hacían realidad en mi vida. Apuesto, desinhibido, siempre de buen humor...todo en él me cautivó. La elección de mi padre me hizo completamente feliz. Sólo mi hermano se opuso. Aún recuerdo la forma en que se enfrentó a mi padre.
"Ese hombre es una basura, hará desgraciada a Corinne", le dijo descontrolado.
"Cómo te atreves a referirte con semejante calificativo a una persona que merece todo mi respeto. El marqués de Arcos es de una conducta intachable, además de encontrarse en una situación financiera encomiable", le refutó controlando su mal carácter.
Sin embargo, mi hermano continuó desacreditando al marqués. Yo, que estaba escuchando detrás de la puerta del escritorio donde se encontraban en ese momento, comencé a temblar ante la tempestad que con seguridad se desataría. Nadie, absolutamente nadie, podía contradecir las decisiones de mi padre, ni siquiera mi madre.
"Conozco muy bien al marqués. Va de puta en puta, le gusta el sexo violento. Bebe hasta perder el conocimiento y juega con desmesura. Si no me cree averigüe, usted sabe dónde, y verá que no miento ni exagero", le gritó como nunca antes lo había hecho.
Mi padre, perdiendo la calma y atónito por el comportamiento insurrecto de mi hermano, lo abofeteó y luego lo echó de casa. Él, con la mirada en llamas le escupió en la cara : "Su insensatez matará a su hija".
Mi padre encolerizado, le gritó: "Fuera de mi vista, vete y no regreses. Las puertas de esta casa permanecerán cerradas por siempre para ti, mal hijo. Tú ya estás muerto para esta familia".
Mi hermano me vio al abrir la puerta del escritorio, me abrazó y me dijo al oído: "Ten cuidado, recuerda que te quiero y que siempre estaré presente para ayudarte. Por favor, no lo olvides", me besó emocionado y agregó, "Dile a nuestra madre que la quiero y que lamento lo ocurrido, pero era mi deber no callar la verdad sobre el marqués". Esa fue la última vez que lo vi hasta..., bueno , pero esa es otra historia que algún día le contaré _ al recordar a su hermano mayor una punzada de dolor le atravesó el alma. Él ahora la necesitaba con urgencia y ella estaba imposibilitada de ir en su ayuda. La estricta vigilancia de su marido se lo impedía.
_ Querida... _ Imanol abandonó el sillón donde se encontraba para sentarse junto a ella. Con gentileza le apoyó un brazo en los hombros de la joven y ella apoyó la cabeza sobre el pecho de él. Lloró quedamente. Imanol aguardó enternecido a que Corinne se restableciera. Un instante después, la marquesa, ya recompuesta, lo miró agradecida por contenerla y consolarla con su silencio.
_ Gracias Excelencia _ le dijo con una suave sonrisa.
_ ¿Por qué? No he hecho nada _ atinó a responder Imanol anonadado por el efecto avasallador que le provocaba la cercanía de Corinne.
_ Hace tanto que nadie me abraza, que me concede de su tiempo para escuchar lo que roe mi corazón...por eso, gracias _ Imanol la observaba tratando de desentrañar el dolor que la marquesa escondía. Debía ser paciente, ella se abriría a él.
_ ¿Tenía razón su hermano con respecto al marqués de Arcos? _ Imanol deseaba llegar al meollo de la cuestión.
_ Sí, lamentablemente, ¡sí! _ Corinne se cubrió el rostro con sus manos, era muy duro reconocerlo. Luego con un pequeño pañuelo de encaje blanco se enjugó las lágrimas y continuó su relato con la mirada perdida en el pasado, un pasado espantoso que se repetía en su presente una y otra vez.
_ Mi calvario comenzó en el viaje de bodas. Lejos de mi familia, Rodrigo se mostró tal cual era : extremadamente posesivo, violento y cruel. Si está de buen humor, todo va bien; pero si se presenta algún contratiempo, se descarga en mí. Así es Rodrigo _ concluyó taciturna.
Corinne, por vergüenza, le ocultó la peor parte : la perversión sexual. La noche luego del enlace, en que la hizo su mujer, se mostró cariñoso y la trató con delicadeza. Ella, feliz, creyó tocar el cielo con las manos. "Mi hermano se equivocó", pensó con regocijo sintiendo que la espada de Damócles ya no pendía sobre su espíritu convulsionado.
Pero la dicha le duró poco. Durante su viaje de bodas por Italia, su vida, como un frágil espejo, se astilló en mil pedazos. En Venecia conoció la vehemencia de un loco, su marido.
Esa noche, dejando de lado el pudor que la había controlado hasta el momento, decidió sorprender a Rodrigo luciendo un camisón insinuante de raso azul. La parte superior de encaje traslucía sus pechos turgentes y un amplio escote trasero dejaba al desnudo la espalda. Se perfumó con esencia de rosas de Bulgaria y peinó su cabello en una trenza, gruesa y lustrosa.
Lo esperó impaciente, él había salido al atardecer a visitar a un amigo. Llegó pasada la medianoche y ebrio.
Al verla se sorprendió. Una sonrisa lujuriosa fue dibujándose lentamente en su rostro desfigurado por una cicatriz que le atravesaba la mejilla izquierda. Sin embargo, esa cicatriz lo volvía más atractivo para las mujeres, incluída Corinne. Ella se ruborizó bajo la intensa mirada de su marido que escudriñaba cada parte de su cuerpo, especialmente cuando se detuvo en los pechos.
Corinne tomó valor y con impudicia bajó los finos breteles del camisón que se deslizó suavemente por sus curvas dejando expuesta su desnudez.
Rodrigo se abalanzó sobre ella y la atacó con violencia. "Basta de controlar mis instintos", se juró enajenado, "es hora de gozar, ella se lo ha buscado".
La besó enfebrecido por el alcohol y la excitación. Le mordió los labios y los pezones. Corinne gritó aterrada, pero él la calló con un fuerte golpe en la cara que le hizo sangrar la naríz. Golpear lo ayudaba a conseguir una erección y llegar al orgasmo. Finalmente la penetró por el ano, con ferocidad, sin contemplación.
Rodrigo dejó a su mujer tendida en la cama al borde de la inconsciencia, en cambio él estaba pletórico.
Corinne se despertó a la mañana siguiente dolorida y avergonzada. Rodrigo dormía a su lado plácidamente.
Desde aquella noche, el sexo para ella fue oscuridad y terror. Por eso, cuando se enteró por los chismes de sus sirvientes que Rodrigo tenía una amante, se alegró sobremanera.
_ ¿Alguna vez le ha pegado? _ quiso ahondar Imanol.
_ No _ mintió y enseguida Imanol supo que le mentía, pero no insistió. Él era un experto en el sexo cruento, aquel que practicó allá en el Río de la Plata con niños inocentes, y por primera vez se culpó por ser un monstruo. Y ese sentimiento no le gustó. Ser un monstruo era la muralla que lo defendía de sus enemigos, el baluarte en sus batallas contra la incomprensión, ser monstruo lo hacía invulnerable. Y esta mujer irrumpía en su vida desequilibrándolo. No lo iba a permitir, sin embargo...¿Por qué la imagen de Jean se le aparecía cada vez que estaba con Corinne? Con Jean había gozado del más exquisito sexo, se amaban y respetaban. Sólo Jean supo aplacar al monstruo que latía en sus células y en su sangre. Sólo Jean, pero él ya no estaba y la oscuridad volvió a ser su más preciada amiga.
Emergiendo de sus cavilaciones, Imanol escuchó decir a Corinne:
_ Si Rodrigo se enterara de esta conversación tomaría represalias no sólo conmigo sino con usted también, marqués _ dijo consternada, pálida como la nieve de una mañana invernal.
_ No tema, me he propuesto protegerla. Tampoco tema por mí, sé defenderme. Además tengo cuentas pendientes con el marqués de Arcos que tengo que cobrar.
Al decir ésto, el recuerdo de Jean, como un fantasma, sobrevoló sobre ellos uniéndolos en una sangrienta venganza.






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